jueves, 25 de julio de 2013

78 y mucho más.

Cuando se produce un accidente como el que se produjo anoche en Santiago, en el que ya se cuentan 78 víctimas mortales, me pregunto: ¿cuántas vidas rotas caben en 78 fallecidos? Muchas más de 78, demasiadas.

Cuando en un accidente de ese tipo hay 78 fallecidos, me pregunto: ¿cuántos sobrevivientes no quedarán con graves secuelas físicas de por vida? Imagino que muchos quedarán cojos, otros perderán algún miembro, a otros les quedarán grandes cicatrices en el rostro, a muchos se les romperá algún hueso.

Cuando se ha vivido algo así, me pregunto: ¿vuelve tu vida a ser igual o parecida a como era hasta entonces?

Cuando eres bombero o policía y te llaman para que acudas a trabajar a una situación así: ¿qué vuelco da el estómago cuando compruebas que ese móvil que se oye suena desde el bolsillo del pantalón del cadáver que estás transportando?

Cuando conoces y quieres a alguien que iba en ese tren, ¿qué sientes mientras marcas su teléfono y únicamente escuchas los tonos de espera? ¿Cómo te sientes cuando al fin suena la voz de ese ser querido? ¿Cómo te sientes si esa voz no llega a responder tu llamada?

Estaremos de acuerdo en que lo deseable es no verse en la tesitura de conocer las respuestas a estas preguntas.

Hoy el pensamiento de muchos está en Santiago. Y no es para menos.

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