miércoles, 5 de febrero de 2020

La verdad no es relativa.

Hace unos meses, en la inauguración de su teatro, decía Antonio Banderas que “Hay un momento en la vida en el que solo cabe la verdad”.

De un tiempo a esta parte, vengo razonando el efecto que el relativismo moral tiene en nuestra sociedad. La adaptación de las normas éticas o morales a nuestro comportamiento, y no a la inversa, me parece que está en el mismo epicentro de muchos de los problemas -para otros, libertades- que nos encontramos hoy en día.

El relativista rechaza la existencia de un estándar ético con el que medir o comparar la bondad o la malicia de acciones o comportamientos. De este modo, todo queda reducido a una libertad total del individuo -siempre a nivel ético o moral- en busca de su propia felicidad que, por lo general, se sitúa en la primera escala de sus prioridades, obviando cualquier deber o responsabilidad. "Si te hace feliz, está bien". Para quien vive según esta filosofía, de manera más o menos consciente, no hay deber o responsabilidad que pueda anteponerse a su búsqueda de la felicidad: cueste lo que cueste, pese a quien pese.

Otro camino muy del gusto de esta postura es el de negar la verdad como cuestión absoluta, convirtiéndola en algo totalmente relativo. Hay quien dice que "existe tu verdad, mi verdad y la verdad". Este último axioma, que por supuesto no tiene ningún sentido, se cae en el mismo momento en el que utilizamos la palabra "verdad" para nombrar a tres realidades teóricamente diferentes, cuando la verdad es, por definición, un concepto unívoco: no caben tres verdades ante un mismo hecho. Cabrán tres puntos de vista, tres descripciones incompletas o como se quiera decir, pero la verdad es una y única; por más cómodo que resulte en un momento dado para quien ha obrado mal -conforme a un estándar cuya existencia puede llegar a negar, por más que en realidad lo tenga presente y de ahí que promueva la existencia de una verdad poliédrica- querer deformarla o desvirtuarla.

Un ejemplo creo que bastante gráfico de todo esto lo podemos encontrar en una de las escenas finales de la película de animación "El Rey León" (1994): Simba tiene sometido a Scar y le reclama que diga la verdad al resto de la manada, a lo que Scar responde: "la verdad es tan relativa...". Por supuesto que la verdad es una, clara y evidente, y cualquier ser inteligente lo sabe; pero el recurso que le queda a quien quiere huir de ella es agarrarse a la ausencia misma de la verdad para volver inútil el juicio moral cuando éste es también indubitado.

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