lunes, 24 de diciembre de 2018

Feliz Navidad y feliz 2019

No siempre es fácil echar la vista atrás porque no siempre entendemos lo vivido. Decisiones de terceros, e incluso decisiones propias, se nos pueden presentar como indescifrables y, si han tenido peso en nuestra vida, pueden darnos algún quebradero de cabeza. En cualquier caso, es importante aprender de todo lo acontecido. El 2018 a mí me deja muchas enseñanzas y la quiebra de una inocencia muy mía (¡es que eres como un niño!, se me dijo) a la que de algún modo me resisto a renunciar.


No sería un mal deseo para mí el de ser capaz de vivir sin olvidar lo aprendido en este año; pero no a cualquier precio. El reto es aprender sin retorcer en exceso el colmillo, evolucionar sin volverse desconfiado, tratar de ser siempre mejor que el día anterior sin perder la esencia.

Porque, queridos amigos, (y en esto es lo de menos que sea Navidad) a este mundo no hemos venido a hacerle daño a nadie. Deben por ello nuestras intenciones ser siempre las mejores, dentro de lo razonable. En esa fina línea que a veces separa al tonto del bueno, siempre preferí estar más cerca del tonto que del malo. "Y así te fue", que dirían algunos. Pero en quien tiene la conciencia tranquila no cabe el arrepentimiento: una cosa es saber que me pude equivocar en mil decisiones y otra cosa es arrepentirse de algunas de ellas, sensación que no conozco.

En fin, desde aquí lanzo a todo aquél que lea estos desordenados párrafos mis mejores deseos para estas Navidades: si eres cristiano, busca el fundamento y la raíz de estos días; lo que celebramos es más grande que nosotros mismos. Si no lo eres, créete toda esa melaza que nos rodea en campañas publicitarias, adornos, sonrisas, etc.

Y, por supuesto, todo lo mejor para el año que pronto va a comenzar. Salud y felicidad.

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