lunes, 10 de septiembre de 2018

Valor y precio

Me parece una frase muy antigua, porque la he escuchado desde siempre, pero lo cierto es que tiene su enjundia: "es de necios confundir valor con precio". Y qué verdad es. Hay cosas que cuestan mucho y no valen nada; como hay cosas que, valiendo muchísimo, no cuestan nada. El valor, el precio.

¿Has probado a ponerte precio alguna vez? No creo que debas hacerlo. Las personas no tenemos precio. ¿Y valor?

Si te guías por el valor que te dan los demás puedes liarte: hay quien te vendería por muy poco y hay quien no te cambiaría ni por todo el oro del mundo. Judas vendió a Cristo por 30 monedas de plata, según las Escrituras. A mí, en alguna ocasión, me vendieron por menos que calderilla. Si puedes elegir (¡y aún no pudiendo!), quédate con quien no te cambie por nada.

Pero, en realidad, lo importante no es eso: lo verdaderamente crucial es el valor que tú te das. Que no te afecte nunca que nadie te ponga precio, ¿qué sabe nadie de ti? ¿cómo van a saber otros ni tan siquiera lo que tú haces por ellos? Y no me refiero a tonterías, me refiero a lo importante. A eso que no verbalizas, que no expresas, que pasa desapercibido. ¿Qué sabe nadie de lo que se cuece en el fondo de tus pucheros? Si a veces no lo sabes ni tú, ¿cómo van a saberlo los demás? 

¿Puedes, entonces, guiarte por el precio que te pongan? Rotundamente, no. Tu valor no lo marcan los demás: tu valor lo marcas tú. Y ahí no hay precio que valga.


No hay comentarios:

Publicar un comentario