lunes, 13 de agosto de 2018

Mi fe (parte 2: ver a Dios)

Una de las cuestiones más difíciles a la hora de tener fe o dejar de tenerla, es la ausencia de la experiencia sensorial. Resulta evidente que ver a Dios o escuchar su voz con tanta claridad como todo lo que escuchamos a lo largo del día simplificaría enormemente la cuestión. Si vemos, creemos. Si tocamos, creemos. Si escuchamos, creemos. Pero si nos falta todo eso, todo se vuelve harto difícil.

El arte ha intentado ayudarnos en ese camino pero, obviamente, no es suficiente. Cuando vemos una pintura, una escultura o un relieve sabemos que no estamos viendo más que creaciones humanas, por mucho que nos acerquen a la idea de Dios o al sufrimiento que pudiera padecer Cristo en su pasión y muerte.

La Eucaristía, que para los católicos es (o debería ser, aunque este jardín me viene muy grande como para profundizar más) presencia real de Cristo, tampoco nos soluciona el problema porque al tacto y a la vista no deja de ser un producto elaborado por el ser humano.

Con todo este potaje, ¿dónde vemos a Dios? ¿dónde podemos escucharle a Él? Ahí va la cursilada: hay que verle con el corazón, porque no está disponible a la vista.

¡Con lo fácil que sería, suponiendo su existencia, que se manifestase! Pero no, ese recurso lo podemos dar por perdido: no aspiro a vivir ninguna aparición que me arrebate la poca cordura que me queda.

El Dios de Miguel Ángel
Pero esto de verlo con el corazón no parece tan descabellado, ¿o sí? Yo ya escribí AQUÍ que Dios se me hizo visible en la primera ecografía de mi hijo. No vi a un señor con barba blanca, ni con firme mirada, ni con un dedo apuntador hacia ninguna parte; no vi nada de eso, pero sentí que veía a Dios. Es muy difícil explicarlo más allá de como ya lo he explicado; y lo cierto es que el fenómeno, en ocasiones, se me repite. Cuando veo a mi hijo durmiendo plácidamente en su cama, en algún lugar al fondo de mi cerebro se me antoja que estoy ante un altar, hasta el punto de que podría arrodillarme y rezar tranquilamente, incluso mejor que en una Iglesia. ¿Eso es ver a Dios o estar mal de la cabeza? Espero que mis lectores tengan piedad de mí y no respondan a esta pregunta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario