miércoles, 9 de enero de 2019

Mi fe (parte 3: gente que no ayuda)

Lejos en el tiempo queda ya aquella parte 2 sobre mi fe, publicada a mediados de septiembre en este mismo blog. Es un tema que merece siempre una reflexión seria y sobre el que no siempre es fácil escribir. Hoy paso a la parte 3, dedicada a un rasgo sumamente importante de la Iglesia Católica: la humanidad de sus miembros. Sobre ello escribo a continuación: desde los hechos más repulsivos, hasta otras cuestiones mucho más cercanas. Y es que...

...cuánto daño y cuánto dolor cada vez que se destapa algún caso de abusos de menores en el seno de la Iglesia. Y no porque se destape, claro, sino por su existencia. Ojalá nunca hubieran existido estos asuntos, ni en la Iglesia ni fuera de ella; pero una vez que existen, deben ser destapados y perseguidos hasta las últimas consecuencias. Estamos hablando de uno de los delitos (¡y pecados!) más graves que pueden existir.

La Iglesia católica es una institución humana: gobernada por personas y esto no requiere mayor explicación. A lo largo de la historia ha acumulado una colección notable de errores graves, consecuencia sin duda de esa condición humana y de su antigüedad. ¿Qué otras instituciones tienen su volumen y longevidad? Pero esto, por penoso que sea, no puede nunca hacer que la fe se tambalee.

Bajando a un terreno mucho más próximo, no es difícil pensar en esa persona que acude a Misa con asiduidad y no hace "nada" bueno al cabo del día. Hay mucho hijo de puta en las primeras filas de las iglesias, si me permiten la expresión. Seguro que todos hemos visto a personas decir que acudían a un templo a rezar y escuchar a Dios, mientras únicamente tenían ojos y oídos para el diablillo que se les posaba sobre el hombro. Sé de lo que hablo.

Gran Poder 05
Basílica del Gran Poder, Sevilla.
Pero ni mi fe, ni la de nadie, puede depender de estos individuos. A fin de cuentas, tampoco nosotros somos perfectos, por más que al menos conservemos la vergüenza. La fe depositada en Cristo encuentra en la Iglesia el mejor, que no el perfecto, vehículo para la conversión; pero también para conocer la debilidad, y en muchos casos hasta la miseria, de la naturaleza humana.

En todos sitios, y la Iglesia no es una excepción, hay gente maravillosa y auténticos despojos de seres humanos. ¿Cómo podría eso condicionar la fe de nadie? ¿Cómo vas a tener que alejarte de la Parroquia de tu barrio, o mirar mal a un cura, porque otros hayan hecho X cosas? También hace la Iglesia una labor humanitaria a lo largo y ancho del Mundo y no por ello tendría nadie que creer en Dios, a fin de cuentas existen "otras" ONGs con una labor encomiable.

En fin, alcemos la mirada y no nos dejemos turbar por tanto canalla. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario