lunes, 28 de septiembre de 2020

Fraude fiscal

No es casualidad que se hable y mucho de fraude fiscal. Parece que los españoles, que traemos equipado de serie un Lazarillo de Tormes en nuestros adentros, somos muy dados a escamotear lo que podemos y nos encanta que el fontanero no nos cobre el IVA. ¡Fraude! Se habla mucho también, claro, de grandes empresas y SICAVs. Según a quien quiera dar cera cada político y/o contribuyente, se habla de una cosa o de otra. Hasta de que la Iglesia no paga el IBI, que es un tema que también le gusta mucho a buena parte del país.

Hay, indudablemente, un tema interesante para debatir cuando analizamos el fraude fiscal en la vía del ingreso que es, con diferencia, la más manida. De lo que se habla mucho menos y nunca o casi nunca empleando la expresión "fraude fiscal" es del mal empleo del dinero público por la vía del gasto y la inversión.

Si es fraude fiscal que alguien deje de ingresar al tesoro 50€, ¿por qué no es fraude fiscal que alguien malgaste del mismo tesoro 50€? ¿Por qué se habla tanto del fraude fiscal de los contribuyentes y apenas se dedica tiempo al fraude fiscal de quienes dirigen las administraciones (el Estado no malgasta, malgastan sus gestores; y así con todo)?. ¿Por qué se habla de recortes y rápidamente pensamos que se va a recortar en sanidad, educación y pensiones en lugar de hacerlo, por ejemplo, en el tamaño de la administración que nos rodea y engulle? 

Mis conocimientos de los presupuestos del Estado y demás entes autonómicos o municipales son escasos y no permiten sino tratar de intuir determinadas cuestiones, pero es que hay evidencias que nadie en su sano juicio puede negar: que no necesitamos 22 ministerios, que no tiene sentido que el último mono (o la última mona) de cuantos adjuntos llegan a esos ministerios se levante 50.000 euritos al año, que si determinada administración "paralela" tenía que ser adelgazada cuando gobernada un partido X no es admisible que el partido Y la mantenga o incluso amplíe cuando llega al poder, que no hay una explicación lógica a las dietas de nuestros diputados o a que en su cafetería todo valga un importe ridículo si lo comparas con la calle, etc. Y con todo este panorama pretenden que nos traguemos sin más una subida generalizada de impuestos en plena crisis.

En España falta conciencia fiscal, sí. Pero no la habrá del lado del contribuyente mientras que no la haya de parte del gestor público. 

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