viernes, 16 de octubre de 2020

La caridad en las hermandades y cofradías.

Esta reflexión aflora con ocasión de la lectura del llamado Plan Estratégico 2020-2024 publicado por la Agrupación de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Almería. Vaya por delante mi más sincera felicitación a su junta de gobierno por el trabajo realizado en este plan y, en general, en todas sus actuaciones al frente del organismo aglutinador de nuestra Semana Santa. Creo que era hora de introducir en el ámbito cofrade algunas cuestiones interesantes más propias del mundo empresarial, tales como una fijación de objetivos, un trazado de planes, un análisis de lo que somos y queremos ser, etc. Es un camino hacia la seriedad, tratando de evitar que el día a día no nos permita más que tapar los agujeros que van surgiendo y seguir haciendo "lo mismo de siempre".

Dicho esto, también es cierto que en cuanto a sensaciones, el Plan Estratégico me llevó de más a menos, pues en su contenido hay una planificación de cuestiones a desarrollar y que se irán abordando en los próximos años, alguna interesantísimas e importantísimas, pero termina pareciendo que todo lo relevante tiene que ver con la caridad, pues, analizado al peso, es lo más destacado del plan. 

Por evitar malentendidos, si la pregunta es si las hermandades deben hacer caridad, la respuesta es obvia: sí. La caridad ha de ser, seguramente, uno de los pilares que sostengan el día a día de nuestras hermandades. Pero, ¿es nuestra misión principal como cofrades o lo más importante que debamos hacer en ese ámbito? Yo creo que rotundamente no. ¿Para justificar lo que hacemos ante la sociedad hemos de reducirlo todo a la caridad? Yo insisto en que no.

Hace escasas fechas, la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Ciudad de Granada emitió un valiente comunicado en el que manifestaba su disconformidad con la reducción a la que ha sometido el Ayuntamiento de la ciudad nazarí a la subvención anual que perciben las cofradías. Y, leyéndolo, parece que diga, aun sin decirlo, que las hermandades merecen la subvención que reciben por esa labor asistencial y caritativa que realizan en su ciudad a lo largo del año. ¿Y ya está? ¿Eso es todo lo que ofrecemos y brindamos las cofradías a nuestras ciudades? Es decir, ¿en ausencia de caridad no somos nada? Reitero que el comunicado no dice eso, aunque a mí me deja esa sensación.

Indudablemente, la labor principal de las cofradías debe ser el culto público. Estoy convencido de que esto por sí mismo no merece subvención alguna, pues la alimentación del hecho religioso, la evangelización que cada uno pueda llevar a cabo conforme a sus medios, no es algo que deba recibir dinero público para su mejor realización. Cosa distinta es que la tradición ha conformado un ejercicio de ese culto público riquísimo desde el punto de vista artístico, social y cultural. Queramos o no, la Semana Santa que hemos de vivir de manera leal a nuestra fe, es para la ciudad en su conjunto un espectáculo de fantásticas dimensiones. Y eso sí que es subvencionable y merece la ayuda de la administración, como manifestación cultural de miles de ciudadanos que genera, además, un impacto económico destacado allí donde ha cogido cierto vuelo.

Desde ese punto de vista, la caridad debe ser un punto más a nuestro favor. Porque a la caridad nos obliga nuestra fe y nos obliga también la sociedad en la que vivimos, que espera esto de nosotros. Pero, cuidado, que gran parte de la sociedad no nos quiere sino laicos: poco importa para muchos que hagamos las cosas en nombre de Dios, pues lo único que quieren es que hagamos obra social y caritativa, como cualquier ONG, dicho en el mejor sentido de la expresión.

Por todo ello, opino que virar hacia la caridad, caridad, caridad y más caridad, es caer en cierto modo en la trampa de quienes nos obligan a justificarnos en aquellos ámbitos que, siendo tan nuestros, no son ni deben ser nuestro motivo de existir, ni nuestro objetivo principal.

Y, por último, siguiendo la línea de lo que se propone en el Plan Estratégico, a la hora de afrontar las obras de caridad seamos listos: no todo es dinero, hay mucho que hacer empleando tiempo, conocimiento y voluntad. No pretendamos viajar siempre solos, unámonos entre nosotros o incluso con otros que ya saben bien lo que hacen y cómo lo hacen. Y, por supuesto hagamos más caridad. Y más  y mejor hermandad, AMDG. 

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