sábado, 12 de marzo de 2011

Reflexiones a raíz del último ensayo del Resucitado

El pasado viernes 4 de marzo tuvimos el tercer ensayo del paso del Resucitado que como muchos sabréis hacemos por Nueva Andalucía, zona de Calzada de Castro. Fue un buen ensayo, no estuvimos mal de gente y además lo hicimos sin público que es como más me gusta a mí, para trabajar a gusto, casi en la intimidad de la calle podríamos decir.

El caso es que pasaron dos cosas, dos anécdotas, que me hicieron reflexionar sobre la condición del ser humano. Las relataré por orden cronológico, siendo curioso que las dos ocurrieron en un tiempo no superior a 5 minutos y en algo así como 100 metros o menos.

La primera de estas cosas fue que desde un piso nos tiraron una colilla encendida. A mí estuvo a punto de caerme encima como también estuvo a punto de caer sobre el paso. Ni que decir tiene que en un ensayo sobre el paso van bolsas, sudaderas, mochilas y todo lo que echan los costaleros sobre la parihuela. Imagino que es difícil pero si la colilla cae sobre una sudadera a lo mejor tenemos que apagarla y, por supuesto, alguien hubiera perdido su sudadera. Y todo por un graciosillo o graciosilla que por supuesto no dio la cara.

La segunda anécdota fue bastante más agradable, mucho más. Cuando íbamos llegando al local se fue la luz en la calle y aunque no se convirtiese aquello en "la más negra noche" sí que es cierto que se veía poco y nuestra entrada al local no es precisamente la más ancha del mundo; además hay un buen bordillo y los coches siempre aparcan apurando con el vado. El caso es que en esto andábamos cuando una vecina del mismo bloque donde está el local se asomó a su ventana y sacó un foco que iluminaba que daba encanto. Y allí estuvo la buena mujer apuntando con el foco hacia nosotros hasta que le indiqué que ya había entrado el paso y le dimos las gracias, claro. Y todo esto sin que nadie le pidiese absolutamente nada.

Así pues, en pocos metros de calle se juntaron el individuo sin respeto por nada ni por nadie con otra buena persona que te da su ayuda a cambio de nada. Como la vida misma: gente buena y gente mala. Gente que no es que no ayude, sino que además molesta; y gente que cuando parece que necesitas algo no duda en echarte una mano.

¡¡Gracias a Dios por toda esa gente que tanto ayuda sin recibir nada a cambio!!

2 comentarios:

  1. Quién sabe, quizá el del cigarrillo era de otra cofradía (con las rivalidades que eso implica), y la buena mujer era atea. O puede que el de la colilla fuera de otro credo y la buena señora una devota cristiana. O una combinación de ambas versiones, o cualquier otro caso que no he contemplado. En cualquier caso, la reflexión que te quiero añadir a las dos que mencionas es que el ser humano no necesita a Dios para ser bueno o malo, para hacer cosas buenas y cosas malas, eso nos viene de serie. Ciao!

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  2. Eso por descontado. A veces ese al que vemos todos los días en Misa en primera fila es un cabr** y quien no cree en Dios puede ser una bellísima persona. No cabe duda de ello.

    Gracias por comentar, saludos.

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