Pero no debemos regocijarnos en el dolor. Y hay que buscar, siempre, un motivo más para sonreír que para llorar. Entre otras cosas, y como de costumbre en este blog esto no viene a cuento, porque muchas veces lloramos de alegría y muchas otras en el mayor dolor somos capaces de sonreír.
(Creo que nunca jamás he publicado dos entradas tan, tan seguidas)
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