Lo peor de nosotros mismos.

El lío de los pasados días con Rosario del Mar ha vuelto a sacar lo peor de nosotros mismos. Y cuando digo  "nosotros mismos" me refiero a los cofrades.

Afortunadamente, se ha solucionado el problema pero creo que ha durado lo suficiente como para retratarnos a unos cuantos.

En primer lugar, a los listos que se alegran del mal ajeno. Esto abunda mucho en las cofradías y esencialmente vienen a ser los que se toman ser de una cofradía como ser de un equipo de fútbol, cuando aquí la realidad es que todos somos hermanos en Cristo, aunque seamos de una u otra hermandad por el motivo que sea. A partir de ahí lo único que nos debe importar es que la Semana Santa tal y como la entendemos sea un medio eficaz de evangelización, para lo cual cuanto mejor le vaya a cada hermandad, mejor será para todos.

En segundo lugar, vienen (en esta ocasión) los partidarios de Rosario del Mar que insultaban y despreciaban a quien emitiese cualquier crítica a la forma de actuar de esa hermandad en todo el lío, por muy respetuoso que fuese el crítico. Recuerdo en concreto cómo a Rafael Rodríguez le caía una buena en twitter por decir lo que muchos hemos pensado a pesar de decirlo, insisto, con exquisito respeto. No parece lógico que a personas como él se les acuse de ir contra la Semana Santa de Almería. En fin.

Yo soy de los que piensan, y ya lo he dicho, que Rosario del Mar se ha equivocado en esta historia, pero no por ello se me ocurre desear que se queden sin estación de penitencia. ¿Quién sería yo para eso? Me alegro de que provisionalmente se haya solucionado su problema; ahora solamente puedo esperar que se encuentre una solución definitiva a todo este entuerto.

Mientras tanto, se acerca una nueva Semana Santa en la que de una u otra manera sospecho que volverán a quedar retratadas nuestras miserias. Y me temo que así seguirá siendo mientras no aprendamos lo verdaderamente esencial.