martes, 30 de diciembre de 2014

En 2014... ¡me calcé de nuevo un costal!

De esto ya se habló un poco, creo recordar, en esta Terraza que al final seguirá siendo Terraza y no Mundo... 

El caso es que si yo tuviese buena memoria para recordar en qué año concreto me ocurrió cada cosa, este 2014 lo habría de recordar también por ser el año de mi retorno al mundo del costal. Retorno deseado y disfrutado, hecho a espaldas del sector médico. Fui yo en 2003 y 2004 un esforzado aunque joven e inexperto de la entonces llamada cuadrilla del chupete, que era la que buscaba acomodo bajo las novísimas trabajaderas de María Santísima de los Desamparados. Ocurrió que para 2005 un traumatólogo me dijo que ni hablar, mi madre me dijo que ni hablar y mi padre me dijo que lo que yo viera, pero que era mejor que ni hablar. Así que yo, aun sin quererlo, obedecí. Obedecí por mi espalda y creo que en cierto modo obedecí también porque aquello me gustaba pero aquello era muy, muy duro. Especialmente en 2004 la cosa se puso cuesta arriba cuando desde la Hermandad se aceptó sacar a una cuadrilla como aquélla a la calle sin respiraderos en el paso...



Total, que con mucho coraje pero intentando usar la razón más que el corazón dejé de ejercer de costalero. Lo demás es historia más reciente: en 2008 me iba a estrenar como contraguía en el Resucitado, pero me partí el tobillo y se truncó ese primer sueño posponiendo el estreno a 2009. Desde entonces hasta 2013 tuve el honor de ser contraguía y ya en 2014 lo dejé en un ejercicio que considero más de responsabilidad que otra cosa y pasé a un puesto donde pensé que me iba a sentir más cómodo y que iba a hacer un mejor servicio a la Prehermandad. 

Por mi parte, el resultado ha sido plenamente satisfactorio. Con momentos malos como un primer ensayo donde fui incapaz de encontrar mi sitio y con momentos dulcísimos como fue la propia procesión del Domingo de Resurrección. Mi intención es seguir ocupando ese puesto, disfrutando del anonimato del costalero durante unos cuantos años más mientras el cuerpo aguante.


Lo que no me planteo, porque más o menos conozco a mi espalda, es formar parte de ninguna otra cuadrilla. Me bastan 4 ó 5 ensayos y una procesión al año. En 10 años sin tocar palo he aprendido a ser feliz de otra manera y ahora disfruto de esos ratos sin ambicionar pasos mayores ni más procesiones.

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