miércoles, 7 de enero de 2015

Mirando a París.


París, una de las ciudadades más bellas del Mundo y protagonista subsidiaria de la cabecera de este blog, ha sufrido hoy un ataque que no puede pasar inadvertido y debe servir para despertar a lo que conocemos como Occidente.

Vaya por delante, seré sincero, que a mí no me gustan determinadas bromas con la cuestión religiosa. Creo que la religión para un creyente es algo demasiado serio como para caer en burdas banalizaciones que pueden de veras herir sensibilidades con utilizaciones innecesarias de figuras que para otros son sagradas; pero esto para mí es tan sencillo como dejar de comprar la revista de turno o no comprarme el disco del músico en cuestión. Dicho esto, no puedo estar más en contra ni rechazar con más fuerza lo ocurrido hoy en París: si la religión me parece algo serio, más seria aún me parece la vida de cualquier persona (especialmente de las que no emplean su tiempo en hacer daño a los demás). Lo de matar en nombre de un dios quedó superado en nuestra cultura, afortunadamente, hace ya unos cuantos siglos.

El de hoy es el enésimo toque de atención que recibimos como sociedad global. Necesitamos parar el ímpetu del islamismo extremo y necesitamos que cese su beligerancia a nivel mundial. La paz (no siempre absoluta) y la libertad en que vivimos están en juego.


Europa, cansada, se hunde en la demagogia y en la corrección política mientras otros lugares del Mundo la retan desde el odio y la ira.

Los musulmanes de paz deben también dar un paso al frente como leía hoy en Twitter. Los extremistas se están adueñando de su fe y les están haciendo también un daño enorme.

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