sábado, 28 de marzo de 2015

¿Qué es ser costalero de Jesucristo Resucitado?

Hoy, cuando ya se huele el incienso en las calles de Almería y se puede escuchar el redoble de tambores en la distancia, permitidme una reflexión sobre el título de esta entrada.


Ser costalero de Jesucristo Resucitado es serlo en el día grande de la cristiandad y participar con nuestro sentir tan especial en la conmemoración de la resurrección de Cristo, lo que nos centra directamente en su divinidad.

Es también ser costalero de la más pequeña de las hermandades de Almería, siendo ésta una de las cosas que nos hacen tan grandes.

Es ser costalero en un grupo de amigos donde nadie se siente excluido o aparte.

Es formar parte de una cuadrilla cuyos aciertos rara vez son reconocidos por la Almería Cofrade. Es trabajar con humildad sabiendo que lo bueno que puedas hacer no tendrá el eco que tendría si lo hicieras cualquier otro día de la Semana Santa. Es, por tanto, trabajar de espaldas a una injusticia que viene dada por la ceguera cofrade de tratar al Domingo de Resurrección no ya como un día más, sino como el menos importante de los días.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es meterse en un paso esencialmente incómodo a hacer un trabajo esencialmente ingrato cara a la galería, pero con grandes recompensas para quienes lo hacemos: pocos pueden presumir de trabajar en el ambiente en el que nosotros trabajamos.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es saber que todo pende de un hilo y confiar en que cada Domingo de Resurrección, con esfuerzo y sobre todo con concentración, ese hilo se termina convirtiendo en un puente de plata que recorre las calles del centro de Almería.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es llevar sobre tu costal una imagen que fue pasando de mano en mano sin que nadie la quisiera hasta ahora, cuando parece que toca imponer el querer a los demás.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es saber que van a venir mal dadas a pesar de que en apariencia no pesa. Es saber que si la calle me hunde, yo no me hundo. Que si el calor me quiere achantar, yo no me achanto. Y que si Él me pesa, yo no le voy a pesar a Él; porque el Domingo de Resurrección es el único puñetero día del año en el que no me consiento, ni por asomo, ser carga para quien todos los días carga conmigo y mis debilidades y mis defectos y mis faltas.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es hacerte la ropa en una plaza cualquiera porque tu casa está donde están tus hermanos y no hay mayor verdad que ésa.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es sentir cómo el latido de más de 30 personas se acompasa con el de un bombo que te recuerda que el que llevas encima resucitó "Y subió a los Cielos". Porque cuando el corazón coge ese ritmo ya nada puede pararte y pesa más cualquier lágrima que la fría trabajadera.

Ser costalero de Jesucristo Resucitado es un bendito regalo del Cielo que merece nuestro sudor, nuestra dedicación, nuestro esfuerzo.

Este próximo Domingo de Resurrección en el que, Dios mediante, volveré a ser los pies de Cristo Resucitado en Almería ofreceré todo mi esfuerzo por tantos cristianos que en el Mundo están siendo terriblemente perseguidos por razón de su fe. Para que el Señor pueda darles paz y fortaleza y para que su ejemplo sea luz en los corazones de los que tantas veces nos doblegamos ante dificultades mucho más leves.

Sé que mis compañeros me van a ayudar a que este ofrecimiento sea digno y esté a la altura.

Que todos cuantos veáis la procesión del Domingo de Resurrección en Almería seais verdaderos testigos de la Resurrección y, por qué no, disfrutéis de la belleza sugerente de la divinidad que cabe en un cortejo procesional desde la cruz de guía hasta el último bombo de los músicos.

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