viernes, 12 de junio de 2015

El Impuesto de Sucesiones, según.

Recuerdo que un día, durante mis años de estudios universitarios, hablábamos en clase del Impuesto de Sucesiones, no porque lo estudiáramos, que no se estudió ni de soslayo, sino porque salió a debate en una clase de Derecho Civil. Para mi sorpresa, recuerdo vivamente cómo dos compañeros cerraban el debate diciendo que de hecho los bienes del difunto no deberían ir a parar a sus descendientes, como normalmente ocurre, sino que deberían ir a papá Estado. Claro, ni me imagino al primero renunciando a la magnífica vivienda que sus padres tienen en Nueva Almería, ni me imagino a la segunda trabajando como una auténtica guerrera para que todo lo que sea capaz de ahorrar pase en el fin de sus días a la España o la Andalucía de turno, sin que sus futuribles descendientes rasquen bola.

El caso es que efectivamente hay quien tiene poco o nulo respeto por la propiedad privada y es que parece que en eso consiste "el cambio", o eso nos quieren hacer creer.

Pero debo decir que en el 100% de los casos, a la hora de heredar y tributar por ello, no conozco a nadie que mantenga la opinión de que su herencia deba ir a caer en las redes de lo público o que le parezca poco lo que paga por el simple hecho de cambiar de titularidad lo que pertenecía al causante.


Y no es que esto sea algo curioso, es que es un baño de realidad sobre la utopía. En este país los únicos que renuncian a las herencias son aquellos que van a heredar más marrones que otra cosa; y eso sí que no lo queremos nadie. El resto de mortales venimos a hacer todo lo posible por mantener en nuestra familia lo que nuestra familia nos ha hecho llegar, porque además es de justicia. Y si por medio se cruza la Junta de Andalucía dispuesta a llevarse un tercio, pues qué le vamos a hacer, será que no tuvieron bastante con lo que ya pagamos en IRPF, IVA, Transmisiones, Actos Jurídicos Documentados, Contribución, Plusvalía o incluso Patrimonio.

Si después de pagar todo eso aún somos capaces de ahorrar, lo menos que nos merecemos, sin duda, es que vengan a llevárselo.

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