lunes, 8 de abril de 2019

Lunes de Pasión.

Y entre tanta fe, la duda. Tras cada caída, otra más. Y ante tanto amor, otra vez, la duda. Porque yo no sé entender lo que me dices; tanto, que a veces hasta dudo que me hables a mí. Porque yo no entiendo ese lenguaje tuyo que me plantea tantas preguntas, sin saber yo si son ciertas las respuestas. 

Y si hoy, ¡hoy que acudo a buscarte!, tú no estás donde siempre me esperas; tiene que salirme un ¿por qué? Y no me digas que no es ahí donde debería buscarte. ¿Acaso no lloré bastante? ¿Acaso no te he llorado a ti también? Que yo fui tuyo, como otros, antes de que nadie lo hubiera sido. Y yo, que fui tuyo, seguí siendo tuyo desde la distancia. En cada lágrima, en cada rezo, en cada recuerdo. ¿Y Tú? Que ya sé que sobre ti no pesa la exclusiva que yo sí quise darte, que ya sé que de todos eres Madre; pero no entiendo tener que compartirte. ¿También, Tú? Y no me atrevo a desafiarte. Que ni puedo, ni quiero. Pero tengo que preguntarte. Y escucho risas al hacerlo; ¿y qué les dices Tú a los que se ríen? Que yo, de no entenderte, hay días que más no puedo. ¿Y ellos? ¿A ellos no les hablas? ¿Ellos no te preguntan? ¿No tienes nada que decirles? ¿No tienes nada que decirme a mí para ayudarme a entender?

Pero hoy que acudo a buscarte, precisamente hoy, tu sitio está vacío y tu paso es pura espera en la nada del tiempo que corre sin ti. Y yo, que te andaba buscando, me fui de vuelta con el portazo que da tu ausencia, con el sinsabor de estos tiempos insípidos en los que ya no sé lo que quieres decirme, lo que quieres que aprenda, lo que quieres que haga. ¿Qué más podrías querer que hiciera, si así me lo pones todo aún más difícil? Y no hay más en mí que un ¿por qué?

Si ya sabes que vivir perdonando lo imperdonable es agotador, ¿qué quieres decirme ahora? ¿Qué otra frontera me planteas? ¿He de levantar otro muro, el que menos me esperaba? ¿Acaso juego a ser gigante cuando mis pies no son más que dos muñones de barro? ¡No te entiendo! Y de nuevo te lo digo: no me digas que no es ahí donde debería buscarte, si así es como aprendí a quererte. No me digas que Tú no estás en las pequeñas cosas, si es ahí donde aprendí a rezarte.

Y no te entiendo. Con lo que yo te di. Con lo que Tú me diste. Hoy, cuando acudí a buscarte y Tú no estabas, es lunes de Pasión, que es como llaman a tu hijo. ¿Cómo no iba a preguntarme yo mil cosas? ¿Cómo no preguntarte a ti también? Aunque deba disculparme por mi atrevimiento.

Y viene a mi mente el final de una estrofa de Don Antonio, sin recordar el principio, para al buscarla asombrarme al dar con ella:

Nunca, nunca serás mía
-ni lo quiero- en exclusiva.
Me basta sentirte viva 
y junto a mí. No habrá día 
que no sueñe la alegría 
de seguirte venerando. 
Y te seguiré buscando 
por veras de mi locura, 
con la esperanza insegura 
de hallarte… de Dios en cuando. 

Pero aun así, de verdad, no te entiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario