martes, 9 de julio de 2019

Bello bien, firme verdad.


"Bello como el bien, firme como la verdad". En una de las fotografías que he subido a Instagram este año, termino el texto que la acompaña con esa frase. Obviamente, huelga decirlo, lo que pretendo describir con esas palabras no es a mí mismo. Concretamente, acompañaban a una instantánea del Arrecife de las Sirenas. Y es que el bien es bello y la verdad es firme: que no hay ética sin estética ya está dicho, pero no se trata de eso; el bien es bello y ha de serlo por definición. La verdad es firme por su propia razón de ser: es como es y es inamovible.

Almería es mal sitio para enemistarse con la verdad: es una ciudad, e incluso una provincia, demasiado pequeña. En todos sus rincones hay ojos dispuestos a mirar y oídos deseando escuchar. Todo lo que no sea encerrarse entre cuatro paredes y bajar las persianas... Por eso, ajustarse de alguna manera a los estándares del bien y vivir desde la coherencia termina siendo positivo, por más que la independencia y el honor sean islas rocosas sin playa, que también está ya dicho porque lo dijo Napoleón. Es decir, por más que a veces cueste.

Recuerdo que en alguna campaña electoral, Mariano Rajoy presumía de ser "previsible". Ahora que está tan de moda lo de sorprender, cambiar, etc. yo quiero reivindicar la previsibilidad del ser. Porque detrás de ese ser previsible, lo que se esconde es en realidad el ser coherente. Y no se trata aquí de valorar si Rajoy era o no previsible y coherente, no soy nadie para entrar en eso. Yo quiero, como decía, reivindicar a la gente coherente, previsible, cognoscible. El que es como es y no cae demasiado en la hipocresía que nos rodea. 

Estas personas viven en la jungla, con lo difícil que puede llegar a ser algo así, pero creo que viven con la satisfacción del deber cumplido y la cabeza alta. Que Dios les ampare en cada guantazo de la vida..

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