martes, 30 de julio de 2019

El centro, oiga, el centro.

Desgraciadamente, se podría decir que en Almería nos hemos acostumbrado a ver cerrados algunos de los, teóricamente, mejores locales de la ciudad: el del McDonald's en el Paseo, el de Foto Jorge en Reyes Católicos, el que ocupó la Librería Picasso en la esquina con Minero, etc. Locales amplios y muy bien situados que ya resulta difícil incluso precisar los años que llevan cerrados, por perder la cuenta. Todo esto por no hablar de la galería comercial que une Reyes Católicos con Paseo o la de locales desocupados que encontraremos en calles como Concepción Arenal.

A estas alturas, huelga decir que los hábitos de los consumidores van cambiando, que la oferta se concentra en internet y grandes superficies... pero en otras muchas ciudades sigue funcionado el pequeño comercio del centro de las ciudades, o al menos es la sensación que a muchos nos queda. ¿Entonces?

Entonces la mirada se centra en los propietarios de los locales que prefieren tenerlos sin ocupar antes que rebajar sus pretensiones económicas. O al menos ésta es la impresión que tantas veces da. No es menos cierto que el alquiler en muchos casos se ha convertido en actividad de riesgo: inmuebles dañados, que necesitan después grandes reformas, saldos incobrables, impuestos adelantados a la siempre afectuosa Agencia Tributaria, etc. hacen que muchas veces el menor de los problemas sea precisamente el del local cerrado. No obstante, alguien debe calibrar el daño que se hace a la ciudad con la acumulación que hoy en día tenemos de locales cerrados. Y seguramente esta consideración no se pueda exigir al particular, cuya visión no excede de su local, sino a quien debería preocuparse del conjunto.

Habría que convenir una mejor regulación para los desahucios que los haga, quizás, más ágiles y efectivos; el tema del IVA merece una reflexión por parte del legislador, que únicamente parece preocupado por recaudar y, de hecho, así funciona eso que siempre hemos llamado Hacienda; quizás una política municipal de incentivo del arrendamiento o de desincentivo de los locales vacíos podría ayudar, pero a ver quién le pone el cascabel a este gato... Y, por último, la incorporación a nuestra mentalidad de una cultura algo más generosa, que nos permita buscar el bien común por encima del cortoplacista bien propio: asumir que cobrar 1.000 en lugar de 1.300 puede ser un buen negocio si a cambio obtenemos un inquilino viable, que ir rellenando los huecos de los locales vacíos hará un centro más fuerte y competitivo, que hemos de trabajar todos juntos en lugar de hacer la guerra por nuestra cuenta, etc. 

Cualquier día, en la sección de esquelas del periódico, se podrá leer "El centro de Almería" si nadie le pone remedio. Y entonces, sus vecinos, sus comerciantes, sus representantes, lo echaremos de menos.

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