viernes, 16 de abril de 2021

Al Cerro

Almería tiene un fantástico mirador que no es, probablemente, ni la mitad de lo que podría ser; aunque esté valorando intangibles. El Cerro de San Cristóbal domina la ciudad y pone al espectador frente a frente con "la otra" perspectiva de la Alcazaba, quizás la menos popular, pues solemos mirarla más desde el Sur, acaso desde el mar o su orilla, que desde la cara contraria. Y todo ello lo hace a unos diez minutos andando (¿400 metros si tiramos una línea recta?) del corazón de la ciudad, que viene a ser la Puerta de Purchena.

Llegando desde el Quemadero
Y aun así llegar allí no es tan sencillo: en primer lugar porque la subida es notable, ya digo que domina la ciudad; y, en segunda lugar, porque su entorno transmite una sensación de inseguridad. En concreto, un amigo me decía hace un par de días lo siguiente: "ese sitio es, me cuentan, no muy seguro". Yo en los últimos meses he subido mucho, a veces desde Puerta de Purchena y a veces desde la Plaza del Quemadero, que me parece que es un acceso mucho más feo pero que, al hacer "cumbre", ofrece una visión mucho más atractiva del lugar, sobre todo por la forma en que se llega, porque se observa el mar al fondo, se atraviesa la vieja muralla, etc.

El caso es que todas las noticias que se fueron produciendo sobre arreglos en el propio mirador, donde la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, me entusiasmaron. Creo de verdad que es un lugar con potencial, aunque estamos lejos, muy lejos, de poder explotarlo. Finalmente llegaron esas obras, al menos la primera fase de ellas, y cuando culminaron pude comentarlas con uno de los encargados de su ejecución, a quien conocí cuando tuvo un negocio junto al mío, llegando a ser hasta vecinos con nuestras viviendas. Ninguno de los dos éramos optimistas con el cuidado de la zona, con que perdurara lo arreglado. Ahora el Cerro ha vuelto a ser noticia porque la barandilla que se instaló para ayudar a los biandantes a salvar las numerosas escaleras ha durado un mes, que es el tiempo que ha tardado algún buen vecino, seguramente ayudado por más buena gente, en ir a trocearla y quitarla de allí, aparentemente con la intención de llevársela a venderla o a instalarla en sus casas, a saber, algo que impidió la Policía.

Cuando la ciudad está sucia, miramos al Ayuntamiento. Cuando los monumentos, los parques, cualquier instalación no está bien mantenida, miramos al Ayuntamiento. Y en ocasiones, ciertamente, es el Ayuntamiento el máximo responsable de que las cosas no funcionen como deberían, ejemplos hay. Pero el mantenimiento de la ciudad y su limpieza es tarea, en primer lugar, de cada uno de los que la vivimos. Porque es una pena llegar al Cerro de San Cristóbal y ver allí cristales rotos de botellas en el suelo, como lo es también pasear por el centro y ver mascarillas o cualesquiera otros residuos tirados en cualquier sitio, a veces a muy escasos metros de una papelera. Y, si no, hablemos de las pintadas, de las mierdas de perro, o de los kilos y kilos de desechos que gente sin alma vierte en cualquier barranco, en cualquier rambla o bajo cualquier puente, donde se sienten impunes. Que el Cerro de San Cristóbal no sea ni la mitad de lo que podría ser es culpa, y me es inevitable acordarme de Rajoy, de sus vecinos.

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