sábado, 29 de mayo de 2021

F·R·I·E·N·D·S

Cuando empiezo a escribir estas torpes y erráticas líneas (sí, empiezo a escribirlas y ya sé que lo van a ser) no han pasado ni 20 minutos desde que he terminado de ver FRIENDS: the reunion, esa suerte de documental de casi una hora y 40 minutos de duración en el que se recorren anécdotas y recuerdos de los actores... y de los propios personajes. Reconozco que me ha resultado divertido y emotivo a partes iguales, aunque al terminar de verlo me ha caído el viejazo encima. Supongo que esta serie me hizo gracia siendo demasiado joven, cuando no podía entender mucho de lo que en ella se contaba, pero es que hay un personaje, Chandler Bing, en el que siempre quise mirarme o que al menos siempre me hizo gracia. Supongo que eso hizo lo suyo y la belleza de Rachel y Monica (como buen Chandler, siempre fui más de Monica) puso el resto. 

El caso es que la cogí joven y con esta serie crecí, de la mano de sus protagonistas y de sus historias de amor, sus búsquedas, sus pérdidas, sus retos. Ahora que prácticamente tengo la edad que tienen ellos al final de la serie, qué duda cabe de que mis últimos diez años de vida, al menos por momentos, hubieran dado también para una serie. Como los de toda la gente de mi quinta, por otra parte, que andamos en la edad de ir asentando -generalizando- precisamente eso: los rumbos profesionales, las relaciones afectivas, la paternidad, etc.

Muchas veces, al perder naturalidad se pierde también belleza

Siento ahora y de nuevo el vacío del final de la serie, cuando, de alguna manera y sin morir, esos seis personajes, que tanto me acompañaron, mueren para mí. Y es que uno puede sentirse viudo de quien no ha muerto. El caso es que ese viejazo al que hacía referencia me trae aquí casi arrepentido de lo vivido, de la juventud volcada en un sumidero que yo creía balsa. Y digo casi arrepentido porque mis principios me impiden arrepentirme de lo hecho con buena intención: es lo que decidí en el tiempo presente, que es cuando se deciden las cosas, y no quince años después. Por eso y por mi herencia, que justifica y da valor a todo, todo y todo; de tal suerte que lo gastado pareciera invertido. 

Ay, FRIENDS, una serie de un tiempo en el que se podían hacer chistes de casi todo, al tiempo que se nos iban enseñando y naturalizando otras realidades: la homosexualidad, las "operaciones de reestructuración" matrimoniales, otras paternidades... el tiempo que nos toca vivir, a fin de cuentas. Una serie en la que, como digo, siempre había un chiste sobre lo que sea y con la que todos nos reíamos. ¿Aguantarían muchos de esos chistes su actual visionado por la gente de la generación Z? ¿Instaría el peligroso Ministerio de Igualdad a su inmediata censura y cancelación? Dejadme vivir en aquellos años, cuando mirábamos menos a 2050 y todavía vivía con el sacrosanto mandato de prepararme para que mis churumbeles vivieran mejor que yo, toda vez que yo andaba viviendo mejor que mis padres; porque entonces parecía el escenario más probable y no lo que se antoja hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario