lunes, 12 de abril de 2021

¿Quién manda aquí?

Pasó la Semana Santa del 21, indudablemente mejor que la del 20, pero que no por ello deja de ser insatisfactoria. Seguramente, el consenso general sea que se ha hecho lo que se tenía que hacer; o, al menos, lo que de manera razonable se podía. Y, si bien es cierto que lo hecho, hecho está; creo que donde corresponda deben hacerse algunos análisis de los sinsentidos que se han vivido en Almería durante los días que teníamos por los más grandes del año. Y ello ha de hacerse sin despistarnos del gran objetivo, que ya es o debe ser la Semana Santa de 2022.

No entiendo bien a quienes ya dicen, relamiéndose al decirlo, que no habrá manifestaciones externas el próximo año. Aun viendo con pesimismo el desarrollo del proceso de vacunación, no me cabe duda alguna de que para el final del próximo invierno el porcentaje de población inmunizada -tal y como están las cosas hoy- debería ser alto, muy alto, como un costalero de primera de misterio. Que de aquí a entonces pueden surgir 20 (de las llamadas) cepas, como pueden hacerlo 20 virus nuevos, pero hemos de trabajar con los escenarios que hoy resultan más previsibles. Y yo soy de la opinión de que ni la nula capacidad de gestión del Gobierno de España va a evitar un alto porcentaje de inmunización, como decía, para cuando se acerque la próxima primavera (y la Semana Santa del 22 viene más bien tardía), aunque tan solo sea porque los países desarrollados del orbe ya hayan cubierto sus necesidades de vacunas y nos empiece a tocar a los demás recibir dosis a manos llenas.

Algo habrá que hacer; y será bueno empezar a pensar en ello desde ya. Pero, volviendo al inicio, tocará analizar también qué ha pasado este año y, entre otros temas de interés, cuáles son los motivos que nos llevan en primer lugar a haber tenido unas instrucciones diocesanas tan estrictas y, en segundo lugar, a que unos se las salten y otros no; y no me refiero propiamente a las hermandades, que al final pintan lo que pintan, y con esto ya me he adelantado a lo siguiente. Porque del análisis de muchas de esas situaciones vamos a poder sacar interesantes conclusiones sobre algo que planteaba el otro día en Twitter Manu Lamprea: ¿quién manda aquí? En Sevilla no lo sé, Manuel, pero en Almería yo tengo claro quién manda y hasta puedo asumir que tenga poco remedio, a fin de cuentas ya tengo años de experiencia en ello. Pero la realidad es peor que eso: no pocos cofrades, en distintos foros, han puesto de manifiesto la sensación de que se ríen de ellos. Yo cuando veo algunas de las cosas que han ocurrido puedo decir que siento lo mismo.

Y lo que está en juego, me temo, no es ni la autocomplacencia ni la vanidad de unos cuantos capillitas que se empeñan en quitarle tiempo a sus trabajos, a sus familias, a sus amigos y, en definitiva, a sí mismos en pos de algo que consideran que merece la pena: en realidad y hasta cierto punto nos pueden dar morcilla; lo que de verdad está en juego en última instancia es la evangelización que se produce a través de hermandades y cofradías y que, en la muy humilde opinión de quien escribe, es una de las vías más eficaces que tenemos aquí y ahora (si no la que más) para una evangelización ciertamente light pero que, con tiempo y cariño, bien puede podría llevar a algo mucho más potente.

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