lunes, 28 de marzo de 2022

Humor y libertad de expresión

Soy un ferviente defensor de la libertad de expresión allí donde ésta no colisiona con otros derechos fundamentales. Por intentar poner algún ejemplo: la libertad de expresión me parece sagrada cuando alguien quiere decir lo que sea sobre cualquier cuestión política; que si esto es una dictadura, que si yo soy más de república o de monarquía, que si no comulgo con este partido, que si usted se ha equivocado y hasta pienso que me está robando, que si creo o dejo de creer en Dios. Son cosas que en determinados lugares o momentos no se han podido decir libremente y esto me parece lamentable. De hecho, yo creo que el derecho a la libertad de expresión que se recogió en las cartas fundamentales de tantos y tantos países tiene más que ver con eso que con la libertad de decir -literalmente- lo que nos apetezca.

Ahora bien, utilizar la libertad de expresión que, efectivamente, es un derecho importantísimo para insultar, desacreditar o atacar a otras personas, generalmente, bajo el paraguas del humor, ya me empieza a generar dudas. Sé que a partir de ahí poner límites es muy difícil, pero luego vemos en el telediario que un chaval se ha suicidado porque se burlaban de él en el colegio y se nos remueven las entrañas. Pero, si los mayores podemos hacer mofa de lo que sea para reírnos, ¿por qué los niños no?

Y será verdad que tenemos la piel muy fina, pero vivimos en un país donde unos chistes están muy mal vistos mientras que otros hacen mucha gracia. Dependerá de la agenda (2030) de cada uno, de lo políticamente correcto, etc. Como los escraches, que eran muy necesarios y muy democráticos hasta que dejaron de serlo y todos sabemos porqué.

Y no sé si Will Smith hizo bien en arrearle un tortazo al otro tipo, tampoco sé si esto es una problema de penes como apuntan los de siempre. Me temo que yo no hubiera respondido así; pero tampoco me hubiera hecho maldita gracia la broma porque no todo vale, por muy gracioso que parezca.

Sin pretensión de hacer un tratado doctrinal, cabría reflexionar también sobre la llamada violencia verbal. Cuando se ejerce la violencia verbal, ¿se puede responder con violencia física? Yendo a un paso anterior, ¿el humor excluye lo violento de lo verbal? ¿Quién decide si es humor: la intención del que habla o escribe, la percepción del destinatario de la supuesta broma, un espectro más amplio de público?

Vuelvo a lo de antes: no sé si Will Smith hizo bien, pero sospecho que el otro comediante será algo más cuidadoso en el futuro y esto, aunque haya a quien le parezca mal, a mí me deja un cierto sabor a justicia.

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