domingo, 10 de julio de 2022

Cuestión de interés

Leí ayer, en un grupo de WhatsApp, lo siguiente:

"La sociedad democrático liberal actual es hidropónica. Alicia Melchor utiliza este término para referirse a las personas que crecen sin raíz en la tierra, que es lo mismo que desarrollarse sin hijos, sin familia, sin patria, sin clase".

Como no conozco a Alicia Melchor ni su obra, no puedo profundizar en ese concepto, pero a mí sí que me suena a la cantidad de gente que nos rodea y que vive sin apego alguno a la manifestaciones culturales propias de su tierra. Quien me conoce sabe que me gusta mucho la forma en que por mi tierra se viven las fiestas de la Semana Santa y del toro. Hay otras fiestas como pueden ser el carnaval, el Rocío, o tantas otras con las que no me he relacionado y seguramente por ello no han despertado en mí mayor interés, hasta la fecha.

Pero son, en cualquier caso, formas de vivir, ser y estar que han hecho suyas miles y miles de personas en Almería, Andalucía o España a lo largo de los años y que, quizás, necesiten de ciertos impulsos. Y, reconozco, en ambas me cuesta empatizar con determinadas actitudes, y cada vez más. Me explico, o lo intento:

Nuestra Semana Santa, la de Almería, vive un momento difícil. Por más que nuestro alcalde nos diga que somos el movimiento social más amplio de la ciudad, no podemos volver los ojos a la realidad que esconde: somos los que somos y el resto es necesario atrezzo. No pocas son las hermandades escasas de salud donde cuatro gatos hacen o mueven lo necesario para que la cosa funcione. En otras, aún con mucha mejor estructura y más solera, vivimos reediciones de años pasados (¿el día de la marmota?) por la sencilla razón de que llevar una vida profesional y familiar equilibrada estando al frente de una hermandad es, hoy, imposible. Al final, termina siendo hermano/a mayor aquel individuo que menos quiere que en su hermandad entre una gestora. 

¿Y dónde arranca el problema? En mi opinión, por encima de todo, hay dos puntos clave: el primero es que muy pocos se acercan a trabajar: para disfrutar y opinar sí que hay disponibilidad, pero no para asumir responsabilidades. Cuesta incluso hacer hermanos con cuotas anuales de entre 30 y 40€. Echar un buen rato bajo las trabajaderas, ir a conciertos, participar en un cortejo... y hasta ahí. El segundo punto que en mi muy humilde opinión es clave es que tenemos absolutamente en contra, en demasiadas ocasiones, a un actor que es principal y fundamental. Mientras no se bajen del pedestal de autoridad que ya en 2022 no les pertenece y se den cuenta de que todos ganaríamos si nos hicieran la vida más fácil, mal iremos.

Con el toro hace tiempo que vivo con una sensación: los profesionales parecen vivir al margen de las urgencias de la fiesta y todo lo tenemos que poner los aficionados. No basta con pagar unas entradas que se mueven en unos precios altos, por más que esté justificado, sino que además tenemos que soportar los caprichos de unos y otros, reírles las gracias, estarles agradecidos y asumir como propias las responsabilidades de las que ellos tiempo ha dimitieron. Por supuesto hay excepciones: Enrique Ponce echó sobre sus hombros la temporada 2020 y Morante le dio el relevo para la siguiente y en ello sigue. Por citar dos.

Y claro que un profesional tiene que ser, ante todo, profesional. Y ello exige cobrar su trabajo. Pero si de verdad queremos que la fiesta sobreviva, habrá que cuidarla un poco. Si nos gustar asistir a los actos que ofrece el Foro 3 Taurinos 3, igual debemos hacernos socios del mismo. No vale volver a aficionarse a los toros el día que ves que les puedes sacar rédito económico. Es reprochable que las temporadas del supuesto mesías del toreo de nuestro tiempo sean como son las ¿temporadas? de José Tomás (y así vienen los ridículos que vienen). Muchas veces doy por hecho que la tauromaquia, a la que percibo tan bella, misteriosa y necesaria, tiene los días contados; pero si nos dedicamos a ordeñarla y no arrimamos el hombro de manera generosa nunca, esos días pueden ser horas.

Veo, en definitiva, falta de cariño, ánimo e interés en darnos un poco a las cosas que han construido nuestro maravilloso estilo de vida, poca generosidad a la hora de regalar no ya algo de nuestro dinero en 3 tristes cuotas anuales, sino también en dar parte de nuestro tiempo. Por eso aprecio y valoro cada vez más a las personas que son capaces de dar y de darse allí donde no esperan recibir nada a cambio.

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