martes, 22 de noviembre de 2022

¡20 años!

David Bisbal salió puntual al escenario y, en ese mismo instante, nos puso ante el espejo. Por un lado, para recordarnos con toda crudeza que, desde aquel Corazón latino han pasado nada menos que 20 años, que es algo así como la cuarta parte de una vida, digamos, estándar occidente. De este modo, hizo caer en la cuenta a más de uno de que aquéllos fueron los años. Así, sin más: los años. Cuando en la "Dolce Vita" o en el "Bribón de La Habana" podían sonar muchas cosas pero nada sonaba como aquel Ave María o el infalible Lloraré las penas. Dudo que hoy, lanzados como novedad, no se convirtieran en éxitos de inmediato.

Pero, puestos ante ese vil espejo, no quiso David ser cruel del todo y vino a decirnos que, 20 años después, su versión actual no pierde prácticamente en nada con su versión original, inocente y primera. Quiso decirnos que si él ha podido, ¿por qué no vamos a poder los demás? Habrá menos rizos, pero el nervio es el mismo. Impuso un ritmo trepidante, muy del Madrid camavinguero de las remontadas: algunos veíamos el concierto sentados pero exhaustos. Las canciones se sucedían prácticamente sin pausa, apenas existieron los diálogos, los discursos, los descansos. Y no se caracterizó el del 20 aniversario por ser un concierto en el que el cantante se escondiera, más bien al contrario, en pocos momentos pasó el testigo al público. Quizás, cuando más lo hizo fue con Dígale, pero esto ya lo venía haciendo desde que giró con Bulería, con lo que no cabe entenderlo como descanso, sino como costumbre.

Sin que llegara a empañar la noche, flotó por el Estadio la sensación de que se esperaban más y mejores artistas invitados. Rosa López, Pablo (también) López, José del Tomate y Álvaro Soler nos supieron a poco, seguro que también porque a la tercera canción ya tuvimos primera invitada y algunos quisimos leer ahí una especie de serie aritmética que no tardaría mucho en derrumbarse. Lo que sí quedó claro, con todos ellos aunque sea injusto calzar a un guitarrista en la ecuación, es que Bisbal es mucho Bisbal y los pasó dulcemente por encima sobre aquel escenario que, con esas 5 grandes pantallas, resultaba muy agradable.


Y es que el concierto, finalmente, vino a resumirse en una demostración de poderío brutal por parte de quien venía a celebrar 20 años de carrera musical: enérgico como siempre, dio un recital como nunca. Fueron casi 3 horas en los que el derroche físico y vocal del cantante arrojó como resultado un concierto histórico al que, me temo, muy pocos artistas a nivel mundial podrían aspirar.

Se cerró la noche con un resultón juego de pirotecnica que dio a Bisbal el tiempo suficiente para salir pitando del lugar mientras miles de almas miraban al cielo encandiladas. 10/10.

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