domingo, 8 de octubre de 2023

Protagonista

En la vida, tantas veces los papeles vienen ya repartidos desde el back stage. No era difícil intuirlo conociendo su historia. Cuando el fruto del esfuerzo no es la brillantez, ni la admiración, sino simplemente la versión constantemente mejorada de uno mismo, lo más fácil es pasar totalmente inadvertido. Cuando las virtudes anheladas no son la popularidad o la prolongación de las cifras en el saldo bancario, sino la bonhomía y otras de este olvidado ramo, la salida normalizada es la de la indiferencia.

No destacó nunca entre sus hermanos, tampoco entre sus compañeros de estudios o de trabajo. Un chico bueno, esforzado: uno más. Afortunadamente, él tenía la suerte que no muchos tienen: una mirada distinta. Con sus ojos puestos en otras cosas, poco importaría ser el eterno don nadie, ¡el barquillo del turrón!, el actor secundario del que nadie recordará nunca el nombre, como tampoco se recordará que sin él la película, directamente, no habría funcionado.

Un día morirá, si es que no lo ha hecho ya, y aun en esa forma de pasar como pasan los días (como si nada) habrá alguien que sepa echar de menos lo que hacía sin darse mérito, sin hacerse notar, sin saber venderse. Alguien extrañará las cosas que se queden sin hacer, o peor hechas, porque la mano silenciosa que daba sentido al todo ya pasó a mejor vida. Y es obvio que de imprescindibles están los cementerios llenos, que la vida seguirá su camino y nada o casi nada parecerá detenerse; pero quizás entonces alguien tenga al menos la intuición de que en este puzle falta una pieza más importante de lo que parecía.

Y si su forma de morir es extraordinaria, cabe además la posibilidad de que se eleve sobre el resto como el mismo Cristo fue elevado, clavado en una cruz, para que todos lo contemplaran desde abajo. Algo así pasó con mi admirado Ignacio Echeverría: tuvo que morir dándose para que el mundo le prestara la atención que le debía. Y su padre se empeña en señalar lo normal y corriente que era Ignacio, mientras poco a poco va relatando las historias que, en la pura cotidianeidad, reafirman que Ignacio siempre estuvo hecho de una pasta especial; aun cuando, en principio, perteneciera a la casta de los que por no protagonizar, parecen no protagonizar ni sus propias vidas.

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