La imagen de Morante de la Puebla quitándose la coleta en el centro del ruedo de Las Ventas ha corrido como la pólvora y es ya un hito y un icono de nuestro tiempo y de la historia de la tauromaquia. Han corrido, también, ríos de tinta; ha ocupado programas, magacines y telediarios a nivel nacional. Y creo que no es para menos.
¿Es Morante el mejor torero de la historia? Estos días muchos se afanaban en decir "el más completo", creo que precisamente para evitar caer en esto de si es, o no, el mejor torero que vieron los tiempos. A mí me parece que es único con el capote, que compone la figura como nadie, que es estudioso de la fiesta, que conoce y trae al presente las más antiguas suertes, que tiene todos los sentidos necesarios para torear como nadie haya podido torear nunca... pero creo que eso de "el mejor torero de la historia" no existe. Entre otras cosas, porque el arte de torear ha seguido una evolución histórica tal, que no creo que comparar a Joselito el Gallo, con Manolete o con Morante sea justo, en tanto en cuanto los siguientes beben de la fuente de sus predecesores, cosa que éstos no pudieron hacer. Dicho de otro modo y cambiando de tercio, creo que es mucho más fácil ser Messi después de Maradona y no antes.
Lo que sí tengo claro es que José Antonio Morante Camacho tiene más que ganado el derecho a decidir qué hacer con su salud mental, con su carrera y con sus entrañas. Una temporada como la que ahora termina, con el estado de gracia casi continuo en el que ha vivido, parece inimitable e inalcanzable en el futuro, con lo que retirarse ahora es hacerlo en la cúspide de su propia torería y del toreo mismo.
Tendrán que reajustarse los carteles y el escalafón, tendrán que asomar nuevos diestros que ilusionen a la afición y tendremos que aprender a vivir sin el torero que nos ha marcado tanto en los últimos años. Ser morantista es algo de lo que yo he presumido cuando menos valor parecía tener. Ahora, en 2025, son muchos los que, si me permiten la expresión, se arrepienten de no haber caído antes en las dulces redes de este torero único y para la historia. En este barco siempre hubo sitio para más; felizmente, no somos rencorosos y recibimos con los brazos abiertos a cuantos aficionados gusten de acompañarnos. Ahora, nos queda la hemeroteca, claro, pero lo que algunos hemos vivido estos años no nos lo quita nadie.